Los límites son muy importantes para crear cualquier tipo de relación sana, porque de este modo enseñamos a los demás a cómo tratarnos.
Sé que cuando llevamos toda la vida sin ponerlos; por miedo a decepcionar, porque en realidad «no me cuesta tanto hacer lo que me pide», por no estropear las cosas… no nos va a resultar tan fácil poner límites así de repente, porque se activarán nuestros miedos y nos podemos sentir insegur@s.
Pero… a poner límites ¡SE APRENDE!
Tod@s tenemos límites y se sienten cuando algo que hace o no hace, dice o no dice otra persona nos afecta.
Y créeme que si no lo comunicas por miedo a decepcionar, de alguna manera te estás decepcionando a ti mism@, el precio a pagar es renunciar a lo que tú necesitas y no validar lo que tú estás sintiendo.
Y lo que tú sientes es bien importante y las personas que te quieren bonito, querrán saber cuando hay algo que a ti no te hace bien para actuar en consonancia.
Los límites tenemos que ponerlos de una manera clara, amorosa y con cariño. Pero hay que ponerlos, porque los demás no tienen por qué saber qué nos está haciendo daño.
Por eso tenemos que ser muy clar@s con lo que queremos y con lo que comunicamos (y no siempre hay coherencia).
Antes te decía que las personas que te quieren van a aceptar tus límites, pero es cierto que hay personas que quizás, aún conociéndonos, los sigan traspasando… y aquí viene lo más difícil, aplicar la consecuencia.
Todo límite tiene que tener una consecuencia, así que cuando la pones, tienes que saber que serás capaz de llevarla a cabo, si no es así, te mostrarás incoherente y esa persona interpretará que «realmente puede hacer lo que quiera».
Poner límites nos da miedo, porque en el fondo, sabemos que hay personas que los van a seguir traspasando y quizás, no nos sintamos preparad@s para afrontarlo.
Pero quiero que recuerdes dos cosas: